La diferencia reside en la estimulación que los bebés nadadores reciben a través del contacto cariñoso de sus padres, de las explicaciones de los monitores y de los juegos en el medio acuático. Las actividades, aparentemente simples, que realizan en el agua les ayudan a adquirir herramientas de supervivencia.
Cada verano se repiten los accidentes en piscinas domésticas y públicas y la mayoría son debidos principalmente a dos causas: la falta de cuidado de los adultos a cargo de los niños y la inexperiencia de los más pequeños.
A medida que los niños crecen sus deseos de explorar y dominar el mundo aumentan día a día. Sin embargo, sus experiencias pueden ser insuficientes a la hora de ponerse en riesgo. Cuando los bebés aprenden a nadar incorporan conductas y habilidades que les sirven para evitar estos riesgos y el daño para sí mismos y para los demás.
Este es el momento de empezar a preparar a tu hijo para la época estival. Desde la primera clase empezará a aprender a no tragar ni inspirar agua, a buscar la superficie en flotación y a mantenerse sereno hasta ser auxiliado. Todo esto con diversión y en una temperatura idónea para tu bebé. Además, junto con el monitor les inculcarás valores de prudencia y de auto cuidado.
Anímate a vivir esta experiencia junto con tu hijo. Ya lo dice la sabiduría popular: “más vale prevenir que curar.”